Lecturas Post-Covid: «La innovación agroalimentaria post-covid deberá fomentar sistemas alimentarios resilientes»

6 de julio de 2020
CATEGORÍA:
Estrategias de ciudad
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  • Lidia García, técnica del I+D+i en Agroalimentación de Las Naves, participa en la serie #LecturasPostCovid.
  • Con ellas el centro de innovación pretende dar a conocer el trabajo que se lleva a cabo en cada una de las áreas de trabajo a través del punto de vista de nuestras técnicas y técnicos.

El actual sistema alimentario se basa en la globalización y transacción de productos y personas, donde los alimentos recorren miles de kilómetros antes de ser consumidos y se utiliza mano de obra barata, importada y “sin” derechos. Esto implica una alta fragilidad. Dependemos de cuatro empresas de semillas que controlan el 60% del mercado mundial y nos alimentamos básicamente de cuatro alimentos (trigo, arroz, maíz y patata). La agricultura genera el 30% de la emisión de gases de efecto invernadero, incluyendo la energía y el transporte de insumos. Las dietas se están modificando al aumentar el consumo de carne a nivel mundial, así como el aumento de productos ultraprocesados y “comida rápida”. Esto crea una paradoja: más de 800 millones de personas hambrientas conviven con más de 2.000 millones de personas con sobrepeso y obesidad.

Podría parecer un problema de producción de alimentos pero no nos engañemos: tiramos a la basura un tercio de lo que producimos (1.300 millones de toneladas) y, aun así, producimos un 60% más de lo que necesitamos. Por tanto, es un problema de acceso, no de disponibilidad de alimentos; es decir, de una distribución más equitativa y justa.

La crisis del coronavirus nos ha obligado a preguntarnos si se acabará la comida en los supermercados. Pero ¿es esa la pregunta adecuada? FAO advirtió de posibles bloqueos en la cadena de suministro de ciertos alimentos por esta crisis, que afectaría enormemente a la disponibilidad de alimentos en este tipo de establecimientos.

Por lo que la pregunta debe ser otra: ¿cómo podemos y debemos alimentarnos? El cambio de pregunta nos abre un abanico mucho más amplio de respuestas-soluciones innovadoras que nos pueden hacer más resilientes frente a esta crisis y a otras que llegarán.

De hecho, las respuestas y soluciones se han dado en el ámbito local y en la innovación social. Las personas productoras en el territorio han seguido cultivando alimentos e innovando en su distribución. Si las consumidoras no van a los alimentos, los alimentos irán a las consumidoras. En estos meses se ha multiplicado la venta de productos locales y agroecológicos a través de cestas que se distribuyen de forma directa en las casas y se han desarrollado métodos de compra-venta directa, ya sea a través de una web o un mensaje de WhatsApp, como han hecho algunas productoras de la Huerta de València. Por otro lado, varias asociaciones, como en el barrio de Orriols, se han organizado para distribuir alimentos a vecinas y vecinos afectados por la crisis.

En paralelo, hemos visto aumentar los precios de los alimentos mientras que el IPC general descendía de forma drástica. La Taula per la Partida, una red de entidades, colectivos y personas del barrio Campanar-Benimàmet, ha denunciado esta situación haciendo públicos los precios en origen de la cebolla y la patata de la Huerta y los precios de venta en varios supermercados en la ciudad de València durante el estado de alarma. La diferencia de precios en origen y destino ronda el 1000%. La Unió de Llauradors ha estimado unos 27 millones de euros perdidos en la Comunidad Valenciana únicamente en cebolla y patata.

Para paliar el impacto del cierre de los comedores escolares, la Conselleria de Educación ha dado a las familias becadas 60 euros quincenales para compras en dos supermercados concretos. La Plataforma Escoles que Alimenten, formada por entidades que trabajan por una alimentación escolar saludable y sostenible, ha elaborado y difundido recomendaciones sobre la lista de la compra y menús.

Además, entidades locales han participado en iniciativas a través de redes nacionales e internacionales que han sistematizado experiencias agroecológicas surgidas o potenciadas durante la pandemia, que pueden servir de base para construir una ciudad más resiliente.

La innovación social agroalimentaria post-covid debería tener en cuenta las alianzas creadas y reforzadas en estos tiempos que han dado lugar a aumentar la resiliencia de nuestro territorio. Si bien es cierto que la innovación en el sector agroalimentario, a lo largo de toda su cadena de valor, se centra en la tecnología -desde los automatismos y la gestión de datos de la “agricultura inteligente o 4.0”, hasta un brazo robótico para servir cerveza o cápsulas de café biodegradables-, hoy en día, debe ir más allá. El objetivo es fomentar sistemas alimentarios resilientes y sostenibles, que además de la tecnología tenga en cuenta el potencial innovador de lo comunitario, y que incorpore el enfoque feminista y de cuidados. Sin redes y alianzas no será posible aumentar nuestra resiliencia frente a futuras crisis (sanitarias, climáticas, sociales, económicas o éticas).

Habrá que innovar para escalar las iniciativas agroecológicas, crear una logística y distribución más sostenible teniendo en cuenta la venta en línea y el reparto a domicilio, fomentar el comercio y la producción local a través de los mercados municipales y las productoras de la Huerta, potenciar la compra pública sostenible y responsable en comedores públicos (escuelas, sociales, hospitales…), reducir el desperdicio alimentario, generar envases biodegradables y técnicas para disminuir su uso, generar redes de comunicación e información entre entidades sociales, privadas y las administraciones locales que garanticen el derecho a la alimentación y un largo etcétera.

Parece que tenemos mucho trabajo por hacer. La ciudadanía valenciana lo merece. El destino lo merece.

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